8.25.2008

Recreo y malteada

Bueno. Resulta que estoy escribiendo aca en este momento y quiero aclarar que no es que lo estoy haciendo porque la curiosidad me vencio y entre y vi y me tente y segui y estoy escribiendo. Es mucho mas sensillo: simplemente, me acorde.

La curiosidad aparecio cuando pense que podria ser divertido escribir algo nuevo o postear algo viejo y me fije si habia algun borrador. Encontre algunas notas y muy pequeños recordatorios de frases, hechos y similares y un escrito de algo que aparentemente me paso un dia de septiembre del 2006. Lo lei y me vi hace dos años. Me vi distinto, mas vueltero, mas complicado y definitivamente sin The Grateful Dead en mi vida, con todo lo que eso implica, claro.
Un texto que da vueltas, llego a marearme y no se si lo termine de entender. Yo creia que lo que uno escribe, uno lo entiendo, a uno no lo confunde, pero parece que no es asi.
No recuerdo haberlo escrito, pero no me la doy de William S., eh, me la doy de que pasaron casi dos años de eso y no necesito ningun Ginsberg para publicarlo. Pero, a la vez cierta verguenza me dio. Ma que verguenza! Miedo a la incomprension. Miedo absurdo, miedo inevitable sentirlo pero tambien inevitable ser incomprendido o, al menos, correr el riesgo de serlo.
Entonces a que quiero llegar? Decidi publicar algo mas reciente, que siento muy distinto a lo previo escrito aca. Algo que recien relei y me gusto mucho y me emociono pensar que yo pude haberlo hecho, porque tampoco me acuerdo de haberlo escrito. Por eso, creo que puede valer la pena poner primero lo mas reciente y luego lo otro que me dio esa sensacion que da ver una foto vieja de uno, donde tenia un peinado extraño que hoy no tiene idea como pudo llegar a su cabeza. Y tantas cosas llegan a la cabeza y uno con el tiempo no puede creer que llegaron ahi. Y es bueno.

Quedo una introduccion demasiado enorme y con demasiado peso propio como para ser una introduccion, pero bueno. Otro dia me fijo mejor. Ahi va:

(sin titulo)
"A esta altura del año ya no le veo cabida a una búsqueda por lo original, en lo que respecta a la rutina, al menos. Por eso, mis manos parecieran moverse solas hacia los frascos de menta y té negro y a unos pocos pedazos de jengibre que quedan sobre la heladera. Agua que hierve, colador de intermediario y la primera y mas disfrutable bebida del día ya esta humeando en mi taza, haciéndose esperar con coqueta calidez, que ya sobra bastante en esta mañana. Pero, como sigo creyendo, a esta altura del año no voy a empezar a intentar desmantelar la operación del desayuno. Bien podría haberlo hecho cuando terminaba el invierno, el cual obligo a la producción de té al por mayor, en vasos enormes que iban pasando de mano en mano ahuyentando a esa horrible sensación de huesos congelados que la estación mas fría del año, y sin guantes, nos regalaba como burlándose.
Pero ahora ya solo queda la inercia; la ultima semana del año y el intento por despertar del letargo que cada año se hace sujetar como si fuera a ser eterno, como si no se soltaría mas y el resto de la historia sucediera en esta paz armónica, pero algo inquietante, que corresponde a esta época del año. Se acerca el fin, que acerca al nuevo comienzo, que trae dudas con miedos enroscadas entre certezas y aprendizajes varios. Ese letargo del que nos cuesta despertar en enero, ese que fantaseamos con amanecer en cada noche de diciembre: de una temperatura perfecta, en esa hora de la mañana en la que la luz entra por donde sea, no importa que tan cerradas estén las persianas obligándonos a despertar, pero sin dejar los pozos del colchón. Tapados con un gran y pesada colcha, juntos, y hasta enroscados, a otro cuerpo, con lagañas y esas sensaciones de sueño que no pueden frenarse, con mechones parados y bocas abiertas y hasta babeantes que se cierran sintiendo el gusto para volverse a abrir en la búsqueda de la que la acompaña en la cama, en la mañana.
Como en “el beso”, de Lautrec, ¿ves, Felí?- diría Fer- La situación perfecta, el instante que deja de ser porque de tan ideal debe romperse para no generar alguna catástrofe tan anti natural como… No se, la conciencia ambiental y la paz mundial en una misma mesa del desayuno. Me voy de tema. Esa pintura sucede en un instante impar dentro de un universo donde domina la paridad, es esa mitad justa y tan idealizada como imposible donde estas dos mitades de mundos se chocaron pero todavía no estallaron, donde ocurrió el milagro sin que empiece la vida. Eso es “el beso”, y por algo es un beso. El petiso sabía muy bien que ese momento tenia que ser un beso.
- Entonces, sí querés que te sirva té en una taza, ¿no?
- No, deja. Tomo de la tuya y ya está, más fácil.
- Vos sabes muy bien que eso no va a ser más fácil, pero ya está, en estas últimas horas de ciudad me voy a tolerar hasta la obra en construcción de enfrente.
Le paso la taza y la sostiene con ambas manos. Baja la cabeza hacia ella, no la levanta hacia su boca. Allí, demuestra aprecio y gratitud hacia mí o hacia el té. Quizás a ambos. En medio de su actuación invernal un mechón de pelo cae y le tapa la cara, opacándome sus ojos que, desde mi posición, ya no puedo ver, pero logro imaginar.
- Tenés tanta razón sobre esa pintura.
- Nunca pensé- dice devolviéndome el té mientras echa una carcajada y luego deja la sonrisa- escucharte decir eso. Menos por la mañana.- Se toma una larga pausa para estirar los brazos y agrega- O, ¿acaso es culpa de diciembre?
Se refirió al último mes como si fuese un jugador mas durmiendo en la habitación del otro lado del pasillo. Como si estuviéramos complotándonos contra él.
- Te diría que también tiene que ver la orilla acercándoseme, en este caso, pero sí, diciembre tiene su culpa.
Mirándome los pies me digo “así que no hagamos ruido que se despierta con nada ese” y rió. Fer me pregunta por la sonrisa de costado y le respondo pasándole la taza una vez más.
- Entonces esa playa es la que te saca la sonrisa hoy, ¿eh?
Así que es aquella playa, ¿eh? Entonces no hablo bajo nada, para no despertarlo a Diciembre.
Me causa tanta gracia ver como una escapada a quinientos kilómetros puede intercambiar los roles; como, de repente, se pone tan sonriente y tranquilo y deja toda su condescendencia de lado para aceptar compartir una taza de té. Lindo seria que no vuelva compensando estas actitudes con descortezas de un Enero recién despertado, pero, ¿Qué se le va a hacer? Se ve tan sonriente esta mañana. Con su pelo tapando sus ojos, con esa forma de sostener el té con ambas manos, como si pesara toneladas, y agachando la cabeza para tomarlo, rindiéndose ante él- se dijeron ambos-. Como ese instante ilusorio e impar que generamos al chocar sin provocar explosión alguna, todavía. Esa mínima situación donde la armonía nos reina antes de dejarnos rebotar y volver a empezar a alejarnos y a no convidarnos una taza, a agradecerle a mechones de pelo por no dejarnos ver los ojos ajenos y ni pensar en imaginárnoslos. Veo que todo el resto del año se justifica en este momento, y vale la pena."